Superar una ruptura de pareja: el aprendizaje que hay detrás

Superar una ruptura de pareja, en general, nunca es fácil. Aunque es cierto que el grado de sacudida emocional que desencadena un acontecimiento así en nuestras vidas, depende mucho de las circunstancias concretas de la ruptura y del nivel de trabajo interior que ya hayamos realizado. 

En este artículo no me centraré en las típicas “claves para superar una ruptura” porque, considero que estas claves las puedes encontrar en otros artículos, (aquí te dejo uno). Y, porque aunque es cierto que lo más sano es atravesar las etapas del duelo que la psicología reconoce, nunca hay fórmulas que funcionen de manera estándar para todas las personas. 

La manera en la que te propongo que abordemos el fin de una relación de pareja, es aquella en la que podemos “sacar partido” de la comprensión de lo que ha supuesto ese vínculo para ti. Es decir, que puedas utilizar ese «darte cuenta», para poder modificar aquello que consideras que no te hace bien en una relación, y así obtener un resultado diferente en las que mantengas en un futuro.

En los momentos puente entre una relación y la siguiente, es donde debemos hacer uso de todas las herramientas que tengamos a nuestra mano, para poder abrir ese espacio de indagación que nos ayude a “vernos interiormente”. Será ese espacio el que nos aportará la información que necesitamos para poder actuar, trabajar y sanar todo aquello que existe en nosotros y que funciona como un atractor de determinados perfiles de pareja.

Pero ya te aviso que para realizar ese movimiento, es necesario que dejes de lado el victimismo, para poder situarte en un espacio más consciente y más alejado de todas aquellas trampas que tu ego te presenta – en forma excusas, culpas y rencores-, con el objetivo de imperdirte ver lo que realmente importa, que es el aprendizaje que se esconde tras esa ruptura.

Ver más allá de la ruptura

Es necesario que entiendas que todas y cada una de las relaciones que mantienes en tu vida, pero, sobre todo, las de pareja, están diseñadas para que te liberes. ¿De qué?, de tus miedos, de tus inseguridades, de tus expectativas, y, sobre todo, de aquellas partes de ti que un día enviaste a la sombra (inconsciente, según C. Jung), por la incomodidad que te producía sentirlas.

Todas tus emociones no reconocidas y todo aquello que reprimes y reprimiste para poder adaptarte a tu entorno, se acumula en tu inconsciente, y acaba provocándote malestar incluso a nivel físico. No podrás avanzar hasta que todas esas emociones no sean reconocidas y liberadas.

Así, la relación que ahora ha acabado – al igual que todas las que has mantenido a lo largo de tu vida -, tenía la función de poner luz en aquellas partes de ti que necesitan ser sanadas y trascendidas. Sí, bajo esta óptica y, aunque no te guste nada la idea, tu expareja se convierte en tu maestro/a, y tu relación con él/ella, en el escenario perfecto para poder liberarte de esos traumas inconscientes que siguen influyendo y complicando tus relaciones.

Es momento entonces, de que no te victimices, independientemente de las circunstancias que hayan llevado a la ruptura, y de que uses esa relación para, mediante un proceso de autoindagación, ver qué aspectos de ti se ponían más en juego mientra estabas en ella.

Para poder usar tus relaciones con el objetivo de no volver a repetir los mismos patrones que no te aportan felicidad, te propongo algunas preguntas que pueden servirte de guía para tu autoindagación. Es necesario que para contestarlas, dejes de lado cualquier tentación de sentirte víctima, y te sitúes en la honestidad:

  1. Cuando dejas de sentir satisfacción en tus relaciones, ¿a qué se debe?
  2. ¿Qué aspectos de la relación han contribuido a tu infelicidad o malestar?
  3. ¿Sientes que en tus relaciones siempre se repite algún factor problemático?
  4. Si has identificado algún patrón o dinámica que se repita, ¿qué podrías hacer para que eso cambiara?
  5. De tu última relación, ¿puedes ver qué grado de corresponsabilidad has tenido para que la relación acabase no funcionando? 

A modo de resúmen, piensa en cómo la relación y la ruptura te han revelado aspectos de ti, de tus necesidades, de tus deseos y sobre todo de tus heridas. Podrás identificarlos si te centras en aquello que más malestar te ha provocado.

La autoindagación a través de la relación

Es muy común, cuando las relaciones no funcionan, que las personas se pregunten por qué siempre dan con un determinado perfil de persona o por qué siempre se acaba repitiendo el mismo problema en cada relación.

Aquí es donde entran en juego los patrones aprendidos en la infancia sobre cómo interiorizamos nuestro modelo de amor, en función de la relación que vimos en nuestros padres y en función también, de los traumas relacionales que hemos ido acumulando.

Pero para poder ver todo esto, es necesario situarse en la responsabilidad personal, y reconocer que hemos contribuido de alguna manera a la dinámica de la relación fallida. En lugar de culpar exclusivamente a la pareja o las circunstancias, podemos preguntarnos qué podemos hacer de manera diferente en futuras relaciones. Este movimiento, sin duda, te llevará a poner consciencia en el perfil de pareja que elijas y, en consecuencia, evitar repetir situaciones que no quieres en tu vida.

La última fase de este proceso de identificación de patrones es tomar medidas para evitar la repetición de comportamientos dañinos. Esto puede implicar la toma de decisiones más conscientes en las relaciones futuras. 

En ocasiones, realizar este trabajo interno requiere de acompañamiento profesional para poder aprender estrategias para cambiar aquellos modelos internos que no queremos que entren más en juego en nuestras relaciones. Aquí te dejo mi contacto por si necesitas ayuda con ello https://bertafernandez.com/contacto/

Vive tu ruptura como una oportunidad

La experiencia de comprensión de ti mismo y aprender a amar todo aquello que te sucede, son dos de los objetivos esenciales de la vida. Y aquí es donde tus relaciones cumplen un papel fundamental para ayudarte a cumplir esos objetivos.

Por supuesto, permítete llorar, estar triste, echar de menos, y todas aquellas emociones que de manera natural surjan en ti para procesar esa pérdida. Es un proceso que debe tener su espacio y su tiempo.

Cuando te sientas más en calma, será el momento de dejar de culpar o culparse y aprovechar esta magnífica oportunidad para poder ver aspectos de ti que, sin esa relación, no habrías podido hacer conscientes. A partir de aquí, tienes la oportunidad de trascenderlos para poder disfrutar de nuevas relaciones, mucho más plenas.

 

Los problemas de comunicación en la pareja

Comunicación efectiva. Esto es lo que está muy de moda en el ámbito terapéutico o en cualquier literatura relacionada con los problemas de comunicación en la pareja, especialmente de pareja. Se alude a los errores más comunes que se cometen a la hora de comunicarse con otra persona, y se facilitan una serie de tips para que la comunicación fluya o mejore.

No es este el camino que quiero recorrer contigo hoy. Porque lo cierto es que, tal y como expresa Giorgio Nardone, la esfera de las relaciones afectivas es una dimensión dentro de la cual, más que el contenido de aquello que decimos, cuenta más el mensaje emocional que se transmite en la manera de decirlo.

En esta misma dirección se encaminaba Paul Watzlawick en su Teoría de la comunicación, cuando expresaba que cada acto comunicativo tiene en sí mismo, un efecto informativo y un efecto relacional. Es decir, que cuando nos comunicamos no solo cuenta el significado del contenido, sino que el cómo lo decimos amplifica, reduce o transforma el efecto.

 

El difícil equilibrio entre la razón y la emoción en la comunicación

Bajo el marco de la terapia de pareja, la mayoría de discusiones y problemas que surgen en las parejas, se originan por la manera en que esta tiene de comunicarse entre sí. 

Como decía, las guías y los tips para una comunicación efectiva, pueden ser útiles para mejorar las dinámicas tóxicas que se establecen en los momentos de mayor tensión en las discusiones. Pero, aunque estas técnicas puedan resultar efectivas, lo cierto es que muchas personas se encuentran con dificultades en el momento de aplicarlas e incluso puede generarles una gran resistencia, precisamente porque no es una tendencia natural en ellas.

Y es que, los seres humanos no funcionamos solo desde la lógica o la racionalidad. La mayoría de las veces, y sobre todo cuando se trata de la pareja, son las reacciones emotivas las que motivan el comportamiento o las palabras.

A esto se le añade que las personas somos diferentes unas de otras. Por ejemplo, algunas son muy sensibles por naturaleza y pueden presentar más malestar ante determinadas maneras de comunicarse. Otras, en cambio, evitan tocar sus emociones más profundas y tienden a comunicarse de una manera que, aparentemente, se percibe como fría. Esto no quiere decir que la persona lo sea, ya que igualmente sus emociones, sean las que sean, y aunque no las muestre, estarán motivando su discurso. 

En cualquier caso, el estilo comunicativo lo aprendimos en nuestra niñez en base a la manera de comunicarnos que teníamos en casa y, más concretamente, en función de la manera en la que nuestros cuidadores se relacionaban con nosotras/os.

Parece claro entonces que, con las diferentes combinaciones de estilos comunicativos que aparecen en una relación afectiva, resulta necesario establecer algunas “reglas” comunicativas, en favor del respeto y el bienestar de la relación. Además, estas reglas deberían ser lo más afines posible a los estilos comunicativos que surgen de manera natural en cada uno de los miembros de la pareja.

Es decir, imagina que en una discusión ocurre que una de las personas acusa a otra de haber hecho una serie de cosas que le han provocado malestar y encauza sobre ella una retahíla de acusaciones, y recriminaciones. Lo teóricamente correcto para una comunicación efectiva en ese momento sería que, quien recibe el ataque, no se enganchara en esa vorágine y aplicara uno de los tips, por ejemplo: “veo que estás muy enfadada/o en este momento, así que hablamos más tarde”.

Pero lo cierto es que en ese momento quien recibe – permitidme la expresión coloquial – el chorreo, le resultará muy complicado no responder sin ningún tipo de irritación, rechazo o indignación por las acusaciones. Esa va a ser la primera reacción, precisamente por lo que comentaba anteriormente, porque somos seres emocionales antes que racionales.

¿Te ha pasado alguna vez que te has sentido cuestionada/o o condenada/o por tu pareja? Si te ha pasado, habrás podido comprobar que en ese momento, el contenido de la queja de la cual “se te acusa”, queda disipado y se abre paso una gran reacción emocional que surge de inmediato, que te lleva a la rabia y/o el rechazo. En ese momento lo que más querrás es huir o atacar.

Está claro, entonces, que cuando los ánimos están subidos de tono en una discusión, no podemos “pedir peras al olmo” y pretender que surjan procesos empáticos espontáneos, sobre todo, si la pareja no ha entrado en algún proceso terapéutico que, con el tiempo, les permitiría ser capaz de disociarse del impulso emocional inicial, que es el que puede llevar a herir a la otra persona.

Reparar desde el amor y la intención de querer mejorar el vínculo

Por supuesto, tenemos el lícito derecho de poder expresarnos en un momento de explosión y decir aquello que, desde la tranquilidad, no diríamos. Pero así como tenemos ese derecho, cuando la calma y la sensatez nos lo permitan, tenemos el deber de corregir y reparar, aquello que sabemos que ha herido a la otra persona. 

Así que, más que centrarme en estrategias comunicativas, considero mucho más importante tener en cuenta algunos factores que pueden evitar que un conflicto inicial acabe desbordándose.

Puede resultar complicado al principio, pero si de verdad te comprometes a usar estas 3 reglas, puedo asegurarte que se evitarán muchos conflictos y se reforzará el vínculo:

1.Hazte responsable de tus emociones: el niño acusa y culpa porque no es capaz de sostener sus propias emociones. El adulto es consciente de aquello que siente y es lo suficientemente fuerte para poder sostenerlo.

No dejemos que nuestros niños/as interiores tomen el control. Cuando algo te moleste no vayas por el camino fácil y digas “tú me has hecho sentir…” Nadie tiene el poder de hacerte sentir nada, ya que toda la carga emocional que percibes al interpretar lo que tu pareja te dice, surge únicamente de ti y de tus “mochilas emocionales”, forjadas en tus experiencias pasadas. Si una frase tuviera en sí misma el poder de “hacer sentir”, esa misma frase “haría sentir” exactamente lo mismo a todas las personas que la recibieran.

Así que, aunque te cueste, antes de culpar, párate y observa la emoción que surja y pregúntate si es conocida para ti. Si lo es, vendrá de una experiencia anterior que se hace figura en el presente. Si eres consciente de eso, tu pareja dejará de ser el/la “culpable” de cómo te estás sintiendo.

2. No utilices juegos estratégicos y sé honesto/a: no te comuniques de manera manipulativa buscando provocar reacciones en la otra persona. Estos juegos pueden incluir el uso de la culpa, la victimización, el silencio prolongado o la manipulación emocional para lograr sus objetivos. Estos comportamientos pueden socavar la confianza y generan una dinámica muy destructiva.

3. El respeto, ante todo: por muy enfadada/o que estés, nada nunca puede justificar el insulto, la descalificación o cualquier tipo de agresión verbal, aunque no sea explícita. Estas agresiones pueden tomar la forma de críticas hirientes, sarcasmo o incluso el uso de un tono condescendiente. Estos comportamientos pueden ser igual de dañinos que los insultos explícitos y pueden herir profundamente a la persona que, supuestamente, amas.

Además, es importante que recuerdes que las palabras tienen un poder duradero. Las heridas emocionales causadas por la agresión verbal pueden perdurar mucho después de la discusión inicial y pueden tener un impacto negativo en la relación a largo plazo.

Y es que, aprender a comunicarse en una relación afectiva, se convierte en un viaje constante de crecimiento individual y conjunto, que necesita del compromiso de cada uno de los miembros de la pareja. La pregunta es: ¿estás dispuesta/o?

 

El autocuidado en las relaciones: cuando te olvidas de ti

Todos buscamos agradar a otras personas. Eso es un hecho inherente a la condición humana, porque si no gustas, te quedas solo. O, al menos, esa es la información que llevamos en nuestras células desde hace miles de años.

Desde que somos bebés tenemos la necesidad de gustar a nuestro cuidadores y, ¿por qué?, sencillamente por supervivencia. 

Los bebés son pequeños seductores que despliegan sus artes de manera instintiva para que sus necesidades se vean satisfechas. Y, como por supuesto sus estrategias tienen el resultado buscado, vamos automatizando esa manera de relacionarnos para que, en un futuro, ya como adultos, cuando necesitemos obtener algún beneficio o satisfacer algún deseo, podamos ponerlas en juego.

Pero la cosa cambia cuando ya no eres un bebé, porque tu supervivencia no depende de nadie más que de ti. Pero, ¿qué pasa cuando crees que sí depende de alguien más? Ocurre entonces que, cuando conocemos a alguien tenemos esa necesidad biológica de gustarle para huir del miedo inconsciente a acabar en soledad no escogida.

Cuando nos perdemos en la relación

No nos engañemos, todas/os hemos pasado por ahí. Cuando te gusta alguien, o sientes atracción física, intentamos darle a esa persona nuestra mejor versión, para resultar más atrayentes.

Hasta aquí todo bien. Pero, ¿qué ocurre cuando se genera un vínculo más duradero y estable?. Si hemos adquirido la inercia de ser alguien distinto de quien somos o de complacer siempre a la pareja, ocurrirá – sin más remedio- que acabaremos confluyendo con ella. 

Y ¿qué significa esto? que te habrás olvidado de ti y te habrás perdido en tu pareja y en la relación. No existirán límites claramente definidos para ti entre quién eres tú, quién es tu pareja y la conjugación de esas dos individualidades, que dan como resultado un nuevo sistema que es más que la suma de sus partes y que tiene una existencia propia.

Puede que al principio de la relación, no suponga ningún problema. Puede que quien se deja de lado a sí misma/o y todo le parece bien, crea que es su manera de amar y que lo más importante sea la armonía. Quienes están en esta dinámica tienden a creer que cuantos menos conflictos existan por diferencia de opiniones, más amor habrá. Por tanto, dejarán de lado sus opiniones, su autenticidad, para ser el prototipo que creen que su pareja ve como ideal.

Aquí viene la trampa de la mente: creerás que si eres esa “persona perfecta”, más vas a poder retener a tu pareja a tu lado, porque supuestamente no tendrá ningún motivo aparente para querer dejar la relación.

Llegados este punto, pueden ocurrir dos cosas:

  • Que el otro miembro de la pareja peque de lo mismo y la confusión entre quién es uno y quien es otro y cuáles son las necesidades de cada uno, sea total. 

En este caso es probable que la pareja tenga por bandera la idea del amor romántico de “tú lo eres todo para mi” y la co-dependencia esté en un nivel bastante elevado. Aprovecho para dejaros otro artículo de mi blog relacionado con este tema: https://bertafernandez.com/mito-amor-romantico/

Ni que decir tiene que si la relación acabase por cualquier motivo, sería bastante devastador.  Más incluso de lo ya de por sí son las rupturas a veces, puesto que sus miembros, cuando se vieran solos, no sólo tendrían que hacer el duelo que supone cerrar un capítulo de tu vida con otra persona, sino que, además tendrán que reencontrarse a sí mismos para poder seguir adelante en un nuevo escenario.

  • Que el otro miembro de la pareja tenga más definidos sus límites entre él como individuo, su pareja y la relación que mantienen ambos. 

Seguramente quien se dejó de lado para satisfacer constantemente los deseos y necesidades de su pareja, al ver que ésta quizá es más independiente o necesita más espacios de retirada – como ocurre en las relaciones funcionales y sanas -, entrará en una hiperexigencia en un intento de recibir de vuelta lo mismo que considera que ha dado en la relación.

Es cierto que debe existir un equilibrio entre el dar y el recibir en una relación, es decir, que nos sintamos amados y tenidos en cuenta. Pero el tipo de amor condicionado al “te quiero pero sólo si tú me quieres y estás conmigo”, es manipulador y no honra la libertad de ninguno de los miembros de la pareja. 

Porque, por muy duro que le resulte a nuestro ego, amar a alguien significa hacerlo, incluso si esa persona no está contigo porque no es feliz a tu lado.

La manipulación inconsciente

Utilizar esta forma condicionada de cuidado o atención a la otra persona, se convierte en una forma de manipulación – seguramente inconsciente- para generar a la pareja un sentimiento de deuda, y poder así atarle a la relación. 

Así, si en algún momento la otra persona sintiera que ya no desea estar más en esa relación,  se le desataría inmediatamente el mecanismo de la culpa, motivado precisamente por ese sentimiento de deuda. De estos embrollos es complicado salir, pero no imposible.

Puede que pienses que esto es muy exajerado, pero lo cierto es que lo he visto más de una vez en consulta e incluso yo me descubrí en el pasado en alguna de estas inercias. 

No somos conscientes de los juegos que nos jugamos y de cómo saboteamos nuestras relaciones, en busca de que nos hagan felices o nos calmen vacíos, que nacieron cuando apenas éramos esos bebés seductores y unos cuantos años después, durante la niñez. 

Ignorar el autocuidado, no es más que una estrategia para no contactar con los deseos y necesidades propios, porque se tiene la creencia, que si nos mostramos como somos, con nuestros defectos, con nuestra poca amabilidad a veces, con nuestras inquietudes, con nuestro mal humor, en resumen, con lo que etiquetamos de imperfecciones, no nos aceptarán. 

Es muy probable también, que estas creencias tan arraigadas, tengan su nacimiento en base a experiencias pasadas en las cuales no nos dejaron ser.

Honrar tu singularidad, escuchar y transmitir tus necesidades y mostrarte tal y como te apetece ser, es lo que hace que relacionarte con el mundo y en concreto con tu pareja sean movimientos de autenticidad, que te lleven a tu propio bienestar y al de la relación que mantengas.

Cualquier otra expresión de ti que intente olvidarse de ti – valga la redundancia -, sólo puede surgir de la ausencia de amor hacia ti mismo, y como resultado, corres el peligro de encontrarte en relaciones en las que no acabes de hallar paz o satisfacción.

Para evitar esto, puedes aprender a priorizarte y a atender tus necesidades, encontrando un sano equilibrio entre el amor propio y el amor compartido.

¿Ves a tu pareja tal y como es?

«El mundo que ves es lo que tú has puesto en él y nada más. Es el testimonio de tu estado mental, la imagen exterior de un estado interior. Tal como una persona piensa, así percibe. Por lo tanto, no intentes cambiar el mundo; opta por cambiar tu manera de pensar el mundo”

Ralph Metzner

 

¿Sabías que en realidad no vemos a las personas con las que nos relacionamos tal y como son, si no en función de la imagen que nos hemos construido de ellas? 

Puede resultar un pensamiento desafiante, pero la neurociencia también tiene algo que decir al respecto. Según esta, el mundo que percibimos es, en realidad, una construcción de la mente. A través de los sentidos construimos e interpretamos todo nuestro mundo y lo que consideramos real sólo es la proyección de toda nuestra experiencia vital, de nuestras creencias, de nuestra educación, de nuestra cultura, en definitiva, todo aquello que conforma lo que llamamos yo. 

Esto demuestra que, si lo que nosotros llamamos realidad no tuviese que ver directamente con nuestra interpretación de la misma, pasaría que ante un mismo acontecimiento todas las personas que lo experimentasen sentirían y pensarían lo mismo. Como habrás podido comprobar en numerosas ocasiones, esto no es así. 

Parece claro entonces, que este mismo mecanismo mental de interpretación de la realidad también se hace extensivo a los vínculos y relaciones que establecemos a lo largo de nuestra vida.

La importancia de la consciencia en la relación

En la relación de pareja es donde más se ponen en juego estos mecanismos. Todo aquello que proyectamos en nuestra pareja está basado en nuestra propia manera de sentir y percibir que, a su vez, es un resultado de todas nuestras experiencias vitales.

Tendemos a colgarle a la pareja todo aquello que realmente se origina en uno mismo. Así, acabamos formando una imagen paralela de la otra persona totalmente condicionada. Estos filtros que aplicamos nublan la capacidad de ponernos en su piel y entender cómo esta percibe el mundo que, al mismo tiempo, está tan condicionado por sus filtros mentales, como el nuestro lo está por los propios. 

Este “no ver” al/la otro/a, se agudiza en los momentos de desencuentro. A menudo cuando las parejas discuten, en el fragor de la batalla el ego y los mecanismos neuróticos toman las riendas en su totalidad. En ese momento, la comunicación se vuelve unidireccional. Por mucho que la pareja hable, la comunicación basada en la escucha y la empatía brilla por su ausencia.

Es en ese momento, cuando más vemos a la pareja como queremos verla volcándole todas nuestras razones para poder victimizarnos y competir en el juego de ver quien se ofende más. 

La idea que nosotros tenemos de nuestra pareja no es lo que nuestra pareja es en realidad. Y además, no tenemos la costumbre de corroborar con ella si realmente lo que pensamos de esa persona, se ajusta a cómo ella se percibe a sí misma.

Cuando no somos cosncientes de esto, corremos el peligro de entrar en exigencias y expectativas que pueden llegar a suponer una carga muy pesada para la relación, llegando a ponerla a peligro.

Entonces la pregunta que surge es, ¿cómo podrás amar realmente a alguien que no ves? Amarás, en todo caso, la imagen que tú tienes de esa persona.

Retomando la proyección

Pero si utilizamos el mecanismo de la proyección a nuestro favor, nos daremos cuenta de que puede convertirse en una poderosa herramienta para el autoconocimiento que nos puede ayudar a retomar el poder sobre nosotros mismos y a responsabilizarnos de nuestras propias emociones. 

¿Y de qué manera podemos hacer esto?

Imaginemos que en una pareja uno de sus miembros se siente inseguro acerca de su apariencia física y acaba proyectando su inseguridad en el otro. Por ejemplo, la persona puede volverse celosa y posesiva, aunque no haya justificación real para sus sospechas y puede acabar acusando a su pareja de flirtear con otras personas.

Al volcar todos estos sentimientos de inseguridad sobre la pareja, es posible que la relación se acabe resintiendo provocando conflictos y problemas de confianza.

Pero si utlizamos el mecanismo de la proyección para nuestro beneficio podremos trabajar esa inseguridad desde varios aspectos. Te propongo algunos:

  • Autoindágate: será primordial que te tomes un momento y desde la honestidad, puedas identificar qué te hace sentir inseguridad en tu relación, cómo no ser suficiente atractiva/o, o inteligente, etc. Darles espacio y acoger tus inseguridades es el primer paso para dejar de proyectarlas en otra persona.

  • Una vez en paz con tus inseguridades, comunica a tu pareja cómo te sientes de la manera más honesta posible. No la culpes ni la acuses. Hazte cargo de que lo que sientes es únicamente tuyo. Desde este punto, podréis hablar de una manera muy distinta y abierta que no desde el ataque y la desconfianza.
  • Practica el amor hacia ti: acoge todo aquello que forma parte de ti, aunque no te guste. Porque el primer paso para cambiar algún comportamiento propio, es aceptarlo sin juzgarlo ni sentirte culpable por sentir lo que sientes. No te compares con nadie y pon también el foco en tus cualidades. SER implica que todo lo que hay en ti es perfectamente válido y amable (digno de ser amado).

El cambio de mirada

A partir de aquí, se abrirán espacios desde los que se podrá ver la manera en la cual le colocamos todo nuestro mundo emocional y mental a la pareja. Así, iremos despojándola de todo aquello que no le pertenece.

Podremos verla con más claridad y amarla tal y como es y no tal y como queremos que sea. 

Cuando ambas partes son conscientes de las cargas que colocan al otro, se abre la puerta para el encuentro y la empatía, generando un vínculo más claro y respetuoso que incluye al otro desde la aceptación de la totalidad de su ser.

La mayoría de las disfuncionalidades que se dan en la pareja, vienen marcadas precisamente por las creencias de cada uno.

Creencias sobre sí mismo, sobre el otro y sobre el conjunto de la relación. Por eso, un punto imprescindible para el trabajo terapéutico con las parejas es promover mejores interacciones a partir del reconocimiento y modificación de las creencias que subyacen a estas interacciones.  En resumen, re-aprender la manera de relacionarse.

Un ejercicio muy interesante que puedes hacer en pareja es precisamente contrastar las ideas acerca de ella que tienes y a la inversa. También te resultará muy curioso descubrir cómo te ve tu pareja a ti y de qué manera encaja esa imagen con tu autoconcepto. 

 

Relaciones tóxicas y la tendencia a excluirnos de la ecuación

Parece que últimamente se ha puesto muy de moda el término relaciones tóxicas. 

Se atribuye a aquellas relaciones en las que un miembro de la pareja o ambos, entran en dinámicas en las cuales se ponen en juego comportamientos o actitudes negativas que dañan la salud emocional, psicológica y física del otro. 

Comportamientos que pueden incluir la manipulación, el control, el abuso emocional o físico, la falta de respeto, la falta de comunicación efectiva, la falta de apoyo emocional y la codependencia emocional. 

Evidentemente, ninguna relación a la que le sean propias estas características, se puede considerar fuente de bienestar para ningún ser humano. Eso no es discutible. 

Lo que sí creo discutible, es el matiz tácito que esconde este adjetivo. Me refiero al hecho de que muchas personas que se encuentran en una relación parecida atribuyen la supuesta toxicidad a la otra persona. 

Al hacer esto, se sitúan en un rol de víctima como si el hecho de mantener una relación de estas características -muchas veces sostenida en el tiempo-, no tuviese nada que ver con ellas mismas, ni con su elección de seguir en esa relación. 

Por supuesto los mecanismos psicológicos y emocionales que sostienen ese “enganche”, en ocasiones son complejos y necesitan de acompañamiento terapéutico. 

Pero, más allá de eso, esta nueva tendencia que atribuye la toxicidad al otro miembro de la pareja no hace más que reforzar la inclinación – que ya de por sí tiene el ser humano-, a entregar la responsabilidad de los acontecimientos de nuestra propia vida a alguien o algo ajeno a nosotros que parece empeñado en hacernos la puñeta, colocando personas y relaciones en nuestra vida que nos aportan sufrimiento. 

Cuando estamos con alguien a quien consideramos tóxico, se nos olvida que nosotros hicimos esa elección en otro momento de nuestra vida. Sí, es probable que ahora estés pensando algo parecido a “pero cuando conocí a esa persona no era así, ha cambiado”. Siento decirte que eso no es cierto, aunque de manera superficial lo parezca.  

Cuando conocemos a alguien, sobre todo en los primeros meses de relación, no vemos a la otra persona, sólo vemos aquello que queremos ver de lo que aquella persona muestra. 

Surge entonces la tendencia de atribuir a la pareja cualidades que compensan nuestros anhelos y carencias y que, es posible que esa persona en realidad no posea. 

Es con el tiempo, cuando dejamos de “posturear” y empezamos a mostrarnos ante la otra persona de una manera más auténtica, que algunas parejas sienten que algo ha cambiado, que la otra persona no es como era al principio. En ese momento, muchas relaciones no soportan el cambio de fase y se produce el desamor.  

Cuando decidimos establecer un vínculo, la vida, en su infinita sabiduría, nos está regalando a la persona adecuada para nuestro propio crecimiento en ese momento vital concreto. Esto que parece muy filosófico, tiene una base mucho más profunda a nivel psicológico. 

El dominio de los programas inconscientes

Estamos absolutamente dominados por todos los programas inconscientes que se fueron forjando en nuestra niñez. No me creas, pero cuando escogemos a alguien no es casualidad, es perfección. 

Sí, perfección, porque atraerás justamente aquella persona que necesites en ese momento para poder sanar heridas emocionales que aún habitan en ti y que, de otra manera, es posible que no pudieras ver. 

Imagínate por un momento que, a un nivel que no puedes ver conscientemente, tu amor y cuidado hacia ti, es escaso o inexistente. Por ejemplo, puede que seas alguien que siempre se dedica a los demás y los antepone a sus propias necesidades, quizá porque en su niñez aprendió que, si satisfacía las demandas de sus padres o de cualquier figura de referencia, entonces era digno de ser amado.

Es posible entonces, que tu programa inconsciente te lleve a conocer a alguien que al principio pueda parecer ideal. Pero con el tiempo, cuando las máscaras caigan, surgirán conflictos en la relación que apuntarán directamente a tu falta de amor hacia ti mismo. 

Esta falta de autoestima puede tomar forma de muchas maneras en la relación que mantengas. Por ejemplo, faltas de respeto, menosprecios, desconfianza y puede que algún tipo de maltrato psicológico o físico. Este ejemplo es sólo uno de los muchos mecanismos que existen y que ponemos en marcha cuando nos relacionamos. 

Así, cuando catalogamos como tóxicas a nuestras parejas o exparejas excluyéndonos de la ecuación, nos atrapamos en un círculo de percepción y pensamiento que nos merma y nos limita.

Esta ceguera perceptiva, nos lleva a creer que somos víctimas de la mala suerte u otros infortunios del destino. Esta visión irresponsable también nos priva de poder aprovechar la oportunidad de utilizar todo lo que nos muestra esa relación, en pro de nuestra propia evolución. 

La importancia de la consciencia en las relaciones

Por este motivo, es importante que seas consciente de que ser víctima supone trasladar todo tu poder a algo externo a ti que, por las propias leyes naturales, siempre estará en constante cambio.

¿Te imaginas vivir siempre así, a merced de lo que la vida decida sobre tus relaciones, y en base a eso sufrir si las circunstancias no nos parecen favorables? Pues así es justamente cómo vivimos nuestras relaciones, y no sólo los vínculos afectivos, sino la vida en general. 

Ahora te diré algo muy incómodo. Si estás experimentando una relación tóxica, esa experiencia de toxicidad está incluida en tu consciencia ya que, literalmente no puedes percibir ni experimentar nada que no esté ya incluido en tu rango de consciencia, con lo que no puedes estar aparte de eso que te ocurre. 

Puede que esto te suene muy abstracto, pero en realidad es muy sencillo. Sólo puedes percibir el mundo a través de los significados que tú le otorgas a todo aquello que te sucede, y tus significados son producto de las experiencias de tu personalidad. Por tanto, no podrás ver nada que no esté contenido en ti. 

Por eso experimentamos unas determinadas relaciones y no otras, porque están perfectamente diseñadas para ti y para tu crecimiento. 

Desde este punto de vista, el abordaje de lo que te ocurre da una vuelta de 180 grados. Desde ese lugar se abandona el victimismo y se abraza la responsabilidad. Este gesto de tu mente te situará en un espacio desde el cual te haces responsable de atender aquellos mecanismos que están en ti y que te llevaron a elegir a quien tienes a tu lado.  

En consecuencia, al ser consciente de tus mapas internos y aceptar tu parte cocreadora en la relación, la comprensión se abre camino y dejas de ver a tu pareja como alguien tóxico, para convertirse en alguien que, sin saberlo, te está mostrando qué lugar de ti sigue sin ser atendido provocándote sufrimiento. 

Esto por supuesto, no quiere decir que la otra persona también tenga que trabajar sus heridas y sus programas que tan perfectamente han encajado con los tuyos. Y tampoco quiere decir que no pongas tierra de por medio con alguien que no aporta bienestar a tu vida. 

Si eres consciente de todo esto, la buenísima noticia es que cada minuto de cada día puedes elegir percibir tus relaciones de otra manera

Si lo haces, si eliges la forma en cómo ves tus vínculos, si desde el victimismo o la responsabilidad tus relaciones se convertirán en una poderosa herramienta para ti. 

El peligroso mito del amor romántico y la media naranja

Desde que tengo uso de razón, todos los imputs que fui recibiendo acerca del concepto del amor y de las relaciones de pareja, fueron los mismos. Todos con el mismo telón de fondo: el amor romántico.

Una idealización del amor que sigue presente hoy en día en la industria del cine, de la música y, por supuesto, también en la literatura que incluso posee un género especializado llamado “novela romántica”. Seguro que sabes de qué te hablo. 

Nos hicieron creer que necesitamos otra mitad para poder ser plenamente felices. Esta idea, que tiene su origen en la obra de Platón El Banquete, y que se escribió hacia el año 380 a.c., aun sigue vigente y nos inserta de lleno en la carencia, la dependencia y la falta de amor a nosotros mismos.  

¿Alguna vez te ha pasado que has creído que tu pareja “te completaba”? Pues esa es la idea que te lleva a pensar justamente que si no tienes pareja eres un ser incompleto.

Ese mismo impulso de carencia, es el que lleva a muchas personas a creer necesitar a otra persona para poder llenar sus vidas.  Aquí es donde la cosa se complica, porque te puedo asegurar que la relación que mantendrán con la futura pareja, cuando la encuentren, estará llena de necesidad y codependencia. Eso nunca sale bien. 

Son muchos los mecanismos que nos pueden llevar a ese escaso amor hacia nosotros mismos. Muchos de ellos se forjan en la infancia y posteriormente la historia se va repitiendo.

Estos mecanismos de los que ni siquiera somos conscientes, nos atrapan a un nivel tan profundo que si las relaciones acaban fracasando, pensamos que tenemos mala suerte y que el universo conspira en nuestra contra para jodernos todo lo que pueda. 

Y es que, el concepto de amor que cada uno de nosotros tiene, está fuertemente influenciado y condicionado por el mindset de la época en la cual nos ha tocado vivir, el contexto cultural y el lugar donde hayamos crecido. Cada persona tiene su propio concepto de qué significa amar. Por ejemplo, habrá personas que en su concepto de amor incluyan los celos, la posesión o el control. Ni que decir tiene que todo esto nada tiene que ver con amar realmente. 

El clasicazo de la media naranja

Atendamos con detenimiento una de las creencias más extendidas y más disfuncionales en torno al amor. La creencia en que en algún lugar de este mundo, existe tu media naranja.

Desde el momento en que nos pensamos y sentimos como seres incompletos, nos negamos la capacidad de poder crecer y descubrir nuestro verdadero potencial como ser humano. 

Ahora ya te has hecho una idea de que ciertas creencias se han ido implantando en tu manera de entender el amor y la pareja. Ahora dispones también de la capacidad de poner en duda todas esas ideas y, por tanto, poder elegir otra manera de entender el mundo de las relaciones. 

 ¿Te imaginas creer que la felicidad en el amor dependa exclusivamente del hecho de poder encontrar a ese único ser que supuestamente está hecho a medida para ti? Si esto fuera así, tu vida amorosa se convertiría en una carrera contrarreloj para ver si eres de las personas afortunadas que han podido conseguirlo. 

Vivir el amor desde ese sinsentido, te llevará a elegir a tus futuras parejas desde una lista previa que tú te habrás elaborado mentalmente, en función a tus deseos. En resumidas cuentas, la carta a los reyes magos reflejando cómo es tu pareja ideal o tu media naranja.

Imagínate qué injusticia para la persona que tendrás delante, pongamos en una cita, si sólo la podrás aceptar si cumple varios o todos los puntos de tu lista. Ni siquiera verás a esa persona, sólo veras a quien tú quieras ver en función de cuantos “check” puedes hacer en esa lista, dependiendo de si la persona los cumple o no. Desde este lugar no podrás abrirte a experimentar lo que la vida te ofrezca en ese momento.  

El camino hacia la naranja entera

No existe nadie que esté destinado a llenar tus vacíos, de la misma manera que tú no existes para llenar los vacíos de nadie.

Todos en algún momento de nuestras vidas hemos experimentados lo que llamamos “vacíos emocionales», esto es, sentir que te falta algo o alguien para ser feliz.

Pero, aunque ya te suene a camino trillado por el sector del crecimiento personal, lo cierto es que si tú previamente no has comprendido cuál es el origen de esos vacíos y de tu necesidad, nadie podrá hacer ese trabajo por ti. Entender para qué necesitas lo que necesitas, te abre las puertas al mundo de la consciencia en la manera de relacionarte.  

Por supuesto, no estoy diciendo que el ser humano no necesite de las relaciones y del amor que se forja a través de ellas para sentir mucha más plenitud en su vida. Pero, esto será muy distinto al hecho de no poder autosostenerse y necesitar que alguien lo haga por ti. 

Por otra parte, todas y cada una de las parejas que hayas tenido a lo largo de tu vida, ya han sido las parejas perfectas para ti. Es decir, has experimentado aquellas relaciones perfectas y necesarias para propiciar tu crecimiento como ser humano, en cada uno de tus momentos vitales.

Sé que esta idea no entra a la primera y probablemente te incomode. Para que puedas entender de esta manera tus relaciones, previamente habrás tenido que dejar de lado el victimismo y dar un paso hacia el gesto de hacerte responsable de tu propia vida y de tus propias elecciones. Pero te prometo que vale la pena si quieres mantener relaciones más satisfactorias.

La química del amor y el festival hormonal

Gran parte del sustento de la idea del amor romántico también está motivado por la fase de enamoramiento. Esta viene protagonizada por la revolución hormonal que se produce en nuestro cuerpo y  por la activación de las áreas más primitivas de nuestro cerebro.

Se produce a su vez, una serie de reacciones químicas que ponen en marcha el circuito del enamoramiento. Se activan neurotransmisores como la oxitocina que, aparte de provocar las contracciones del parto, también se libera durante el orgasmo y está muy relacionada con los lazos afectivos que se generan con la pareja.  

También se desregulan los niveles de serotonina, que es otro neurotransmisor que tiene que ver con el estado de ánimo. También regula la libido, la temperatura corporal y el apetito. Así, cuando las personas enamoradas dicen perder el apetito, en realidad es el efecto de la disminución de la serotonina. Asimismo, bajos niveles de esta hormona provoca que seas más proclive a las obsesiones. Así, ese “no dejo de pensar en ti” podría tener su explicación en este hecho. Siento romper el romanticismo.  

Por otra parte está la dopamina, que pone en acción los circuitos de recompensa y provoca la misma sensación de euforia que se asocia al consumo de algunas drogas como la cocaína o el alcohol. 

Como ves – y estas son sólo algunas de las hormonas que entran en juego – enamorarse implica una revolución corporal a nivel químico bastante importante. Tanto que podríamos decir que alguien enamorado, es alguien estresado a nivel fisiológico.

Pero ¿qué hay de las famosas mariposas en el estómago? Este estado intenso de estrés influye directamente en nuestra microbiota intestinal, que son esas microscópicas criaturas que habitan en nuestro intestino. Así que, lo que tan poéticamente llamamos “mariposas en el estómago”, no son mariposas si no nuestra microbiota revolucionada por el estrés, que es una de las muchas maneras en las cuales el cuerpo reacciona ante los estados emocionales intensos. 

Como el cuerpo, literalmente, no podría soportar estar por mucho tiempo en esa situación de estrés ocurre que, entre los 12 y 18 meses este despiporre hormonal se aplaca. Es entonces cuando los filtros distorsionadores empiezan a caer y empezamos a ver que nuestra pareja no es tan maravillosa como creíamos. 

 La verdadera relación

A partir de aquí, pueden ocurrir dos cosas:  

  • que las personas más enganchadas a las sensaciones del enamoramiento pensarán que la magia se ha perdido y que ya no sienten lo mismo. Estas personas seguramente saltarán a otra relación buscando el subidón de nuevo.  
  • que se siga apostando por elegir a esa persona a pesar de que ahora se vean otras partes que ya no gustan tanto.  

Y es que, cuando el enamoramiento termina es cuando empieza la verdadera relación.