Los problemas de comunicación en la pareja

Comunicación efectiva. Esto es lo que está muy de moda en el ámbito terapéutico o en cualquier literatura relacionada con los problemas de comunicación en la pareja, especialmente de pareja. Se alude a los errores más comunes que se cometen a la hora de comunicarse con otra persona, y se facilitan una serie de tips para que la comunicación fluya o mejore.

No es este el camino que quiero recorrer contigo hoy. Porque lo cierto es que, tal y como expresa Giorgio Nardone, la esfera de las relaciones afectivas es una dimensión dentro de la cual, más que el contenido de aquello que decimos, cuenta más el mensaje emocional que se transmite en la manera de decirlo.

En esta misma dirección se encaminaba Paul Watzlawick en su Teoría de la comunicación, cuando expresaba que cada acto comunicativo tiene en sí mismo, un efecto informativo y un efecto relacional. Es decir, que cuando nos comunicamos no solo cuenta el significado del contenido, sino que el cómo lo decimos amplifica, reduce o transforma el efecto.

 

El difícil equilibrio entre la razón y la emoción en la comunicación

Bajo el marco de la terapia de pareja, la mayoría de discusiones y problemas que surgen en las parejas, se originan por la manera en que esta tiene de comunicarse entre sí. 

Como decía, las guías y los tips para una comunicación efectiva, pueden ser útiles para mejorar las dinámicas tóxicas que se establecen en los momentos de mayor tensión en las discusiones. Pero, aunque estas técnicas puedan resultar efectivas, lo cierto es que muchas personas se encuentran con dificultades en el momento de aplicarlas e incluso puede generarles una gran resistencia, precisamente porque no es una tendencia natural en ellas.

Y es que, los seres humanos no funcionamos solo desde la lógica o la racionalidad. La mayoría de las veces, y sobre todo cuando se trata de la pareja, son las reacciones emotivas las que motivan el comportamiento o las palabras.

A esto se le añade que las personas somos diferentes unas de otras. Por ejemplo, algunas son muy sensibles por naturaleza y pueden presentar más malestar ante determinadas maneras de comunicarse. Otras, en cambio, evitan tocar sus emociones más profundas y tienden a comunicarse de una manera que, aparentemente, se percibe como fría. Esto no quiere decir que la persona lo sea, ya que igualmente sus emociones, sean las que sean, y aunque no las muestre, estarán motivando su discurso. 

En cualquier caso, el estilo comunicativo lo aprendimos en nuestra niñez en base a la manera de comunicarnos que teníamos en casa y, más concretamente, en función de la manera en la que nuestros cuidadores se relacionaban con nosotras/os.

Parece claro entonces que, con las diferentes combinaciones de estilos comunicativos que aparecen en una relación afectiva, resulta necesario establecer algunas “reglas” comunicativas, en favor del respeto y el bienestar de la relación. Además, estas reglas deberían ser lo más afines posible a los estilos comunicativos que surgen de manera natural en cada uno de los miembros de la pareja.

Es decir, imagina que en una discusión ocurre que una de las personas acusa a otra de haber hecho una serie de cosas que le han provocado malestar y encauza sobre ella una retahíla de acusaciones, y recriminaciones. Lo teóricamente correcto para una comunicación efectiva en ese momento sería que, quien recibe el ataque, no se enganchara en esa vorágine y aplicara uno de los tips, por ejemplo: “veo que estás muy enfadada/o en este momento, así que hablamos más tarde”.

Pero lo cierto es que en ese momento quien recibe – permitidme la expresión coloquial – el chorreo, le resultará muy complicado no responder sin ningún tipo de irritación, rechazo o indignación por las acusaciones. Esa va a ser la primera reacción, precisamente por lo que comentaba anteriormente, porque somos seres emocionales antes que racionales.

¿Te ha pasado alguna vez que te has sentido cuestionada/o o condenada/o por tu pareja? Si te ha pasado, habrás podido comprobar que en ese momento, el contenido de la queja de la cual “se te acusa”, queda disipado y se abre paso una gran reacción emocional que surge de inmediato, que te lleva a la rabia y/o el rechazo. En ese momento lo que más querrás es huir o atacar.

Está claro, entonces, que cuando los ánimos están subidos de tono en una discusión, no podemos “pedir peras al olmo” y pretender que surjan procesos empáticos espontáneos, sobre todo, si la pareja no ha entrado en algún proceso terapéutico que, con el tiempo, les permitiría ser capaz de disociarse del impulso emocional inicial, que es el que puede llevar a herir a la otra persona.

Reparar desde el amor y la intención de querer mejorar el vínculo

Por supuesto, tenemos el lícito derecho de poder expresarnos en un momento de explosión y decir aquello que, desde la tranquilidad, no diríamos. Pero así como tenemos ese derecho, cuando la calma y la sensatez nos lo permitan, tenemos el deber de corregir y reparar, aquello que sabemos que ha herido a la otra persona. 

Así que, más que centrarme en estrategias comunicativas, considero mucho más importante tener en cuenta algunos factores que pueden evitar que un conflicto inicial acabe desbordándose.

Puede resultar complicado al principio, pero si de verdad te comprometes a usar estas 3 reglas, puedo asegurarte que se evitarán muchos conflictos y se reforzará el vínculo:

1.Hazte responsable de tus emociones: el niño acusa y culpa porque no es capaz de sostener sus propias emociones. El adulto es consciente de aquello que siente y es lo suficientemente fuerte para poder sostenerlo.

No dejemos que nuestros niños/as interiores tomen el control. Cuando algo te moleste no vayas por el camino fácil y digas “tú me has hecho sentir…” Nadie tiene el poder de hacerte sentir nada, ya que toda la carga emocional que percibes al interpretar lo que tu pareja te dice, surge únicamente de ti y de tus “mochilas emocionales”, forjadas en tus experiencias pasadas. Si una frase tuviera en sí misma el poder de “hacer sentir”, esa misma frase “haría sentir” exactamente lo mismo a todas las personas que la recibieran.

Así que, aunque te cueste, antes de culpar, párate y observa la emoción que surja y pregúntate si es conocida para ti. Si lo es, vendrá de una experiencia anterior que se hace figura en el presente. Si eres consciente de eso, tu pareja dejará de ser el/la “culpable” de cómo te estás sintiendo.

2. No utilices juegos estratégicos y sé honesto/a: no te comuniques de manera manipulativa buscando provocar reacciones en la otra persona. Estos juegos pueden incluir el uso de la culpa, la victimización, el silencio prolongado o la manipulación emocional para lograr sus objetivos. Estos comportamientos pueden socavar la confianza y generan una dinámica muy destructiva.

3. El respeto, ante todo: por muy enfadada/o que estés, nada nunca puede justificar el insulto, la descalificación o cualquier tipo de agresión verbal, aunque no sea explícita. Estas agresiones pueden tomar la forma de críticas hirientes, sarcasmo o incluso el uso de un tono condescendiente. Estos comportamientos pueden ser igual de dañinos que los insultos explícitos y pueden herir profundamente a la persona que, supuestamente, amas.

Además, es importante que recuerdes que las palabras tienen un poder duradero. Las heridas emocionales causadas por la agresión verbal pueden perdurar mucho después de la discusión inicial y pueden tener un impacto negativo en la relación a largo plazo.

Y es que, aprender a comunicarse en una relación afectiva, se convierte en un viaje constante de crecimiento individual y conjunto, que necesita del compromiso de cada uno de los miembros de la pareja. La pregunta es: ¿estás dispuesta/o?