Relaciones tóxicas y la tendencia a excluirnos de la ecuación

Parece que últimamente se ha puesto muy de moda el término relaciones tóxicas. 

Se atribuye a aquellas relaciones en las que un miembro de la pareja o ambos, entran en dinámicas en las cuales se ponen en juego comportamientos o actitudes negativas que dañan la salud emocional, psicológica y física del otro. 

Comportamientos que pueden incluir la manipulación, el control, el abuso emocional o físico, la falta de respeto, la falta de comunicación efectiva, la falta de apoyo emocional y la codependencia emocional. 

Evidentemente, ninguna relación a la que le sean propias estas características, se puede considerar fuente de bienestar para ningún ser humano. Eso no es discutible. 

Lo que sí creo discutible, es el matiz tácito que esconde este adjetivo. Me refiero al hecho de que muchas personas que se encuentran en una relación parecida atribuyen la supuesta toxicidad a la otra persona. 

Al hacer esto, se sitúan en un rol de víctima como si el hecho de mantener una relación de estas características -muchas veces sostenida en el tiempo-, no tuviese nada que ver con ellas mismas, ni con su elección de seguir en esa relación. 

Por supuesto los mecanismos psicológicos y emocionales que sostienen ese “enganche”, en ocasiones son complejos y necesitan de acompañamiento terapéutico. 

Pero, más allá de eso, esta nueva tendencia que atribuye la toxicidad al otro miembro de la pareja no hace más que reforzar la inclinación – que ya de por sí tiene el ser humano-, a entregar la responsabilidad de los acontecimientos de nuestra propia vida a alguien o algo ajeno a nosotros que parece empeñado en hacernos la puñeta, colocando personas y relaciones en nuestra vida que nos aportan sufrimiento. 

Cuando estamos con alguien a quien consideramos tóxico, se nos olvida que nosotros hicimos esa elección en otro momento de nuestra vida. Sí, es probable que ahora estés pensando algo parecido a “pero cuando conocí a esa persona no era así, ha cambiado”. Siento decirte que eso no es cierto, aunque de manera superficial lo parezca.  

Cuando conocemos a alguien, sobre todo en los primeros meses de relación, no vemos a la otra persona, sólo vemos aquello que queremos ver de lo que aquella persona muestra. 

Surge entonces la tendencia de atribuir a la pareja cualidades que compensan nuestros anhelos y carencias y que, es posible que esa persona en realidad no posea. 

Es con el tiempo, cuando dejamos de “posturear” y empezamos a mostrarnos ante la otra persona de una manera más auténtica, que algunas parejas sienten que algo ha cambiado, que la otra persona no es como era al principio. En ese momento, muchas relaciones no soportan el cambio de fase y se produce el desamor.  

Cuando decidimos establecer un vínculo, la vida, en su infinita sabiduría, nos está regalando a la persona adecuada para nuestro propio crecimiento en ese momento vital concreto. Esto que parece muy filosófico, tiene una base mucho más profunda a nivel psicológico. 

El dominio de los programas inconscientes

Estamos absolutamente dominados por todos los programas inconscientes que se fueron forjando en nuestra niñez. No me creas, pero cuando escogemos a alguien no es casualidad, es perfección. 

Sí, perfección, porque atraerás justamente aquella persona que necesites en ese momento para poder sanar heridas emocionales que aún habitan en ti y que, de otra manera, es posible que no pudieras ver. 

Imagínate por un momento que, a un nivel que no puedes ver conscientemente, tu amor y cuidado hacia ti, es escaso o inexistente. Por ejemplo, puede que seas alguien que siempre se dedica a los demás y los antepone a sus propias necesidades, quizá porque en su niñez aprendió que, si satisfacía las demandas de sus padres o de cualquier figura de referencia, entonces era digno de ser amado.

Es posible entonces, que tu programa inconsciente te lleve a conocer a alguien que al principio pueda parecer ideal. Pero con el tiempo, cuando las máscaras caigan, surgirán conflictos en la relación que apuntarán directamente a tu falta de amor hacia ti mismo. 

Esta falta de autoestima puede tomar forma de muchas maneras en la relación que mantengas. Por ejemplo, faltas de respeto, menosprecios, desconfianza y puede que algún tipo de maltrato psicológico o físico. Este ejemplo es sólo uno de los muchos mecanismos que existen y que ponemos en marcha cuando nos relacionamos. 

Así, cuando catalogamos como tóxicas a nuestras parejas o exparejas excluyéndonos de la ecuación, nos atrapamos en un círculo de percepción y pensamiento que nos merma y nos limita.

Esta ceguera perceptiva, nos lleva a creer que somos víctimas de la mala suerte u otros infortunios del destino. Esta visión irresponsable también nos priva de poder aprovechar la oportunidad de utilizar todo lo que nos muestra esa relación, en pro de nuestra propia evolución. 

La importancia de la consciencia en las relaciones

Por este motivo, es importante que seas consciente de que ser víctima supone trasladar todo tu poder a algo externo a ti que, por las propias leyes naturales, siempre estará en constante cambio.

¿Te imaginas vivir siempre así, a merced de lo que la vida decida sobre tus relaciones, y en base a eso sufrir si las circunstancias no nos parecen favorables? Pues así es justamente cómo vivimos nuestras relaciones, y no sólo los vínculos afectivos, sino la vida en general. 

Ahora te diré algo muy incómodo. Si estás experimentando una relación tóxica, esa experiencia de toxicidad está incluida en tu consciencia ya que, literalmente no puedes percibir ni experimentar nada que no esté ya incluido en tu rango de consciencia, con lo que no puedes estar aparte de eso que te ocurre. 

Puede que esto te suene muy abstracto, pero en realidad es muy sencillo. Sólo puedes percibir el mundo a través de los significados que tú le otorgas a todo aquello que te sucede, y tus significados son producto de las experiencias de tu personalidad. Por tanto, no podrás ver nada que no esté contenido en ti. 

Por eso experimentamos unas determinadas relaciones y no otras, porque están perfectamente diseñadas para ti y para tu crecimiento. 

Desde este punto de vista, el abordaje de lo que te ocurre da una vuelta de 180 grados. Desde ese lugar se abandona el victimismo y se abraza la responsabilidad. Este gesto de tu mente te situará en un espacio desde el cual te haces responsable de atender aquellos mecanismos que están en ti y que te llevaron a elegir a quien tienes a tu lado.  

En consecuencia, al ser consciente de tus mapas internos y aceptar tu parte cocreadora en la relación, la comprensión se abre camino y dejas de ver a tu pareja como alguien tóxico, para convertirse en alguien que, sin saberlo, te está mostrando qué lugar de ti sigue sin ser atendido provocándote sufrimiento. 

Esto por supuesto, no quiere decir que la otra persona también tenga que trabajar sus heridas y sus programas que tan perfectamente han encajado con los tuyos. Y tampoco quiere decir que no pongas tierra de por medio con alguien que no aporta bienestar a tu vida. 

Si eres consciente de todo esto, la buenísima noticia es que cada minuto de cada día puedes elegir percibir tus relaciones de otra manera

Si lo haces, si eliges la forma en cómo ves tus vínculos, si desde el victimismo o la responsabilidad tus relaciones se convertirán en una poderosa herramienta para ti.